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La naturaleza no tiene precio, pero sus servicios sí

Cada sociedad decide hasta qué punto el mercado puede asignar precios a determinados bienes y servicios, pero cuando se trata de la naturaleza hay resistencia a que la economía establezca valores monetarios a los activos ambientales, lo que puede derivar en dificultades para introducir políticas de preservación y explotación sostenible. Así lo aseguró Diego Azqueta, profesor de la Universidad de Alcalá, uno de los invitados centrales al XI Simposio Nacional de Microeconomía, que se realizó en la Facultad de Ciencias Económicas de la UN.   

Bogotá D.C., agosto 13 de 2015 (Comunicaciones FCE - CID). Para el investigador español Diego Azqueta, hoy en día la microeconomía debe cuestionar situaciones que antes solían pasarse por alto y obligar una reflexión más crítica y rigurosa de los modelos tradicionales. Asimismo, necesita trascender de lo meramente técnico y buscar sus relaciones ineludibles con otras disciplinas sociales como la ética, la política o la sociología. Solo así será posible abordar temas tan complejos como el medioambiental, que requieren miradas novedosas y acciones revolucionarias.
 
Este fue uno de los mensajes que dejó el profesor Azqueta, de la Universidad de Alcalá de Henares, quien participó como uno de los conferencistas centrales en el XI Simposio Nacional de Microeconomía, que organizaron la Facultad de Ciencias Económicas de las Universidad Nacional de Colombia (donde se llevó a cabo el evento) y la Facultad de Economía de la Universidad Externado de Colombia, del 4 al 6 de agosto. 
Según este experto en economía ambiental, la microeconomía ha permitido que la valoración de los recursos naturales haya avanzado bastante en los últimos años, aunque aún existen multitud de espacios en los que puede involucrarse, para derrumbar creencias y plantear soluciones creativas. 
 
En el caso de la estimación económica de la biodiversidad de países como Colombia, afirmó que es claro que tiene un valor incalculable, lo que implica cambiar la perspectiva de análisis; ya no se hablaría del cálculo del precio de los bienes que esta ofrece, sino de lo que cuesta protegerla en términos de los costos administrativos de su conservación y de los beneficios naturales que se anularían si se decidiera usar ese territorio para otras actividades económicas. 
 
“Muchos activos ambientales forman parte de un patrimonio que la sociedad ha hecho suyo y, por tanto, valora su conservación”, dice Azqueta. En ese sentido, insiste en que es la sociedad, y no el mercado, la responsable de decidir qué clase de valor le asigna a ese acervo biodiverso; por ejemplo, determinará si es más rentable tumbar un bosque y destinar el terreno para cultivos, o conservarlo. Anotó que desde el punto de vista monetario, por lo general es más eficiente explotar el suelo que dejarlo intacto (por ejemplo para extraer hidrocarburos y con estos patrocinar las necesidades de inversión), pero a largo plazo ¿será lo más conveniente para la sociedad?  
 
“La economía ambiental lo primero que trata de entender son las razones por las cuales se produce la degradación medioambiental. ¿Por qué nuestra sociedad en su funcionamiento está llegando a una situación que puede ser, en algunos casos, insostenible? Por su puesto, esto tiene una conexión directa con la microeconomía, porque el foco de atención va a ser el comportamiento racional de agentes que tratan de resolver problemas en un contexto determinado, con una serie de restricciones”, indica el español. 
 
Añade que si gran parte de los problemas ambientales se producen por el hecho de que los agentes resuelven sus problemas en un contexto de fallos del mercado (como la ausencia de precios), un paso elemental es tratar de encontrar ese valor que proporcionan los activos naturales y que el mercado no lo está informando. “Solo así se podrán tomar decisiones, y en ese sentido sería necesario valorar económicamente qué es lo que los activos naturales nos proporcionan como sociedad”. 
 
En tercer lugar, complementa el experto, una vez se haya fijado la valoración (por ejemplo, cuál sería el nivel óptimo de contaminación, de tala de bosques o de desarrollo en general), la pregunta que surgiría es ¿qué hacer para que los agentes –empresas, ciudadanos y gobiernos– cambien su comportamiento, de tal manera que la sociedad alcance un mayor bienestar y se aleje de un camino ineficiente? “Es ahí donde entra la política ambiental, o sea, los distintos medios y mecanismos para tratar de modificar un comportamiento”, destaca Azqueta.
 
Cuando las políticas se equivocan 
Diego Azqueta advirtió que para incentivar políticas ambientales novedosas es indispensable replantear fórmulas que se han aplicado para resolver determinados problemas. Expuso el caso de la contaminación atmosférica en Ciudad de México, donde se implantó la medida de ‘pico y placa’ para restringir el tránsito de vehículos de acuerdo con el número final de la matrícula; el objetivo era reducir los altos niveles de emisión de dióxido de carbono y partículas asociadas. 
 
A primera vista, parecía una medida totalmente aceptable; sin embargo, los resultados fueron contrarios a los que se esperaban, debido a que la contaminación fue más aguda. La razón: los ciudadanos decidieron comprar carros de segunda mano, con motores menos eficientes y con mayores emisiones.  
 
Según el investigador, una buena modelización de cuál era el origen del problema hubiera permitido evitar ese resultado, dado que se requería analizar el contexto donde se estaba actuando, anticipar las decisiones que tomaría el ciudadano para resolver su movilidad, pues lo que cada quien hace es comparar las mejores opciones para su bolsillo o comodidad y no para evitar la contaminación.
 
El XI Simposio Nacional de Microeconomía sirvió para que estudiantes, profesores y ciudadanos en general comenzaran a dar nuevas lecturas a problemas no solo ambientales sino en otros escenarios; por ejemplo, ¿no permitiría el caso de Ciudad de México dar luces sobre las soluciones que se requieren en una ciudad congestionada y contaminada como Bogotá? Seguramente con el apoyo de la microeconomía se hallarían múltiples salidas.

 
Module CID Centro de Investigaciones para el Desarrollo

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