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Interbolsa, el anti-paradigma de la gerencia

 

El caso de la que hasta hace poco fue la primera comisionista de bolsa en el país (Interbolsa), es la sustentación más evidente de la segunda hipótesis  del documento CID  que pretende resolver la cuestión de ¿Por qué somos un país Tercermundista?

 

 

Artículo de opinión
Juan Jacobo Pavajeau
Catedrático Emérito
Facultad de Ciencias Económicas - Universidad Nacional de Colombia

Bogotá D.C., 28-feb-2013 (Comunicaciones CID). Los dos últimos meses de 2012 se convirtieron en una fiesta periodística, que al hacerle un análisis frío y desprevenido, evidencia una clara muestra de apología macondiana a nuestra triste condición de nación tercermundista, con todos los rasgos y vericuetos de cualquier “bobo-telenovela”. Sin duda, debemos reconocer que los periodistas guardaron el respeto debido por las fiestas navideñas, las cuales conservaron su lugar de prioridad en la vida de los colombianos, que como tantas frecuentes y variadas festividades, nos ayudan a mantener firmes en el primer lugar del ranking del país más feliz del mundo. Una vez se reinició plenamente el discurrir normal de las  actividades de 2013, los medios recomenzaron su accionar, del cual debemos sacar el mayor provecho educativo.

Este asunto no es para menos. El caso de la que hasta hace poco fue la primera comisionista de bolsa en el país (Interbolsa), es la sustentación más evidente de la segunda hipótesis “Graves Deficiencias Gerenciales”, de 20 formuladas en el documento CID No. 13 que pretende resolver una cuestión mayor: ¿Por qué somos un país Tercermundista? (véase  http://www.fce.unal.edu.co/media/files/investigaciones_y_productos_cid__n_13_pavajeau.pdf) Al analizar en detalle el tan sonado descalabro financiero, encontramos material suficiente que le da validez a varias de las hipótesis propuestas en dicho documento, las cuales buscan explicar las diversas causas de nuestra resignada y lamentable condición de nación en “vías de desarrollo”, término más amable, preferido por algunos académicos.

Si bien es obligación respetar aquel principio de nuestra Carta Magna, tantas veces olvidado, que presume a todo ciudadano inocente, y que es en el Estado en quien recae la responsabilidad de comprobar lo contrario, en el tema gerencial no queda la menor duda y está demostrado plenamente, que Interbolsa ha sido el más lamentable paradigma de mala gestión. Claro está, si sólo pensamos lo mejor, pues por ahora no nos detendremos en analizar otra de las hipótesis: la posible “codicia e inversión de valores” y su consecuente deseo de enriquecimiento fácil y rápido, vale decir, la recurrente y vergonzosa corrupción que impera en Colombia, porque el análisis y las implicaciones éticas y penales del evento realmente son ámbito exclusivo de la ley. Pero las carencias y debilidades gerenciales no solamente existieron en Interbolsa. Muchas de ellas también son aplicables a los terceros afectados y, es obvio, a las autoridades controladoras de la economía colombiana, cuyo comportamiento ya debería estar en manos de la Procuraduría.

Se empieza por la inveterada debilidad de nuestra educación, como espina dorsal y causa primigenia de nuestras dolencias socioeconómicas. Bien sabemos que para lograr el éxito no es suficiente tener “el alma de empresario” como, con insólita gentileza, se refirió a su más directo y visible responsable algún medio. Es evidente el hecho de que los señores Jaramillo y sus asociados no dominaban los elementos formativos vitales que se presumen obligatorios en el haber mínimo intelectual de cualquier corredor de bolsa. El primer requisito es la sólida formación académica y profesional en análisis financiero. Es decir, dichos corredores no supieron utilizar adecuada y oportunamente el dominio integral de la ciencia contable, como debió ser. Esto se aprecia claramente en el historial y los lamentables resultados. Sin duda, el adecuado uso de esta herramienta gerencial les habría permitido detectar su propia e inviable situación financiera. Por ejemplo, no habrían invertido en activos fijos ostentosos, y por tanto improductivos, con la falsa convicción de que se podrían dar los lujos de una mega empresa. Tampoco se habrían enamorado ni equivocado en la selección de sus ilusorios negocios objetivo, dígase concretamente Fabricato. En cuyo caso fue también, más que evidente, la total ausencia de otra herramienta gerencial igualmente vital e imprescindible: La Planeación Estratégica. Por lo visto a estos señores no les pasó por su cabeza analizar la realidad del entorno económico local e internacional de  la industria textil la cual bien sabemos, ha estado en quiebra en Colombia durante los últimos 20 años, como efecto de la eficiencia y la competitividad de los tigres asiáticos. Les habría bastado recordar o investigar la vergonzosa experiencia que tuvo que soportar Ardila Lulle con Coltejer por muchos años, hasta que por fin, pudo liberarse de ella.

Se aprecia igualmente que no se trabajó en equipo, ni se ejerció la gerencia plural, ni la estructura plana. Si estas herramientas básicas gerenciales se hubiesen utilizado antes de tomar decisiones, habría sido imposible que una vez hecho el análisis colectivo, frío, inteligente, desprevenido y honesto, se hubiere caído en tan elementales e imperdonables errores.  A esto se le puede adicionar la falta total de investigación y desarrollo, o cuando menos, se percibe  un temor reverencial a utilizar la buena, profesional y oportuna asesoría empresarial.

Pero es aún más inquietante la extensa deficiencia gerencial demostrada en el país. En primer lugar, sorprende la calidad y cantidad de las numerosas víctimas. Cuando vemos el portafolio de “tumbados”, quizás sólo sería comprensible el caso de las monjitas y religiosos consagrados a la explotación del rentable negocio de la educación. Mas no debería ser admisible encontrar universidades damnificadas que enseñan precisamente administración de empresas, y es aún peor, el de bancos, compañías de seguros y hasta la misma Bolsa de Valores, cuyas directivas y colegas corredores, presuntamente  expertos en el negocio de valores, estaban en la obligación de comprender e identificar con precisión la lamentable realidad. Por ejemplo, la ficticia valorización de las acciones de Fabricato: tradicional empresa generadora de pérdidas que al finalizar 2012 tenía acumulados $93.373 millones.

Unos y otros demostraron sumisión ante el crecimiento vertiginoso y anormal del competidor “estrella” del mercado, que iba mucho más allá de lo razonable. Que había recibido en su seno directivo a un “muy talentoso comisionista”, expulsado de la Bolsa de Valores de Bogotá, por “prácticas consideradas poco transparentes”. No obstante tantas carencias gerenciales, Interbolsa llegó a manejar el 25 por ciento de las operaciones de la Bolsa de Valores de Colombia. Todo esto raya en lo increíble.

 Y qué decir de los herederos de aquellos empresarios de antaño quienes con arduo trabajo y consagración construyeron empresas y lograron crear importantes capitales. Nuevas generaciones que no han tenido la suficiente creatividad y coraje como para desarrollar organizaciones productivas, que cumplan con su responsabilidad social empresarial y consecuentemente, sean eficientes, generadoras de riqueza y empleo, es decir, competitivas. Al contrario, se han limitado a vivir plácidamente con el dinero recibido de sus antepasados. Tristemente confiaron su administración a los “genios” del momento con la precaria ilusión de lograr el tan soñado e imposible lucro fácil y súbito.

Pero ahí no paró esta lamentable muestra de total carencia gerencial colombiana. En el artículo publicado en El Espectador del 17 de febrero: “Ministerio le premió la trampa a Interbolsa”, Donado expresa una serie de inquietudes que nos llevan a pensar sobre el también deficiente comportamiento de la gerencia macroeconómica de nuestra nación en el controvertido tema y agrega: “…tres ministros supieron el riesgo que representaba la comisionista y no hicieron nada para evitar la quiebra”. Trae a colación que el 5 de diciembre de 2003, Interbolsa estaba clausurada por resolución emitida por un organismo adscrito al Ministerio de Hacienda, y enfatiza el dudoso y contradictorio comportamiento del director general de Crédito Público de la época, cuando el 23 del mismo mes y año designó a la comisionista como creador de mercado para la siguiente vigencia, al lado de bancos importantes del país. Remata su artículo con la cita de la demoledora frase de un abogado experto en el tema: “…en los últimos nueve o diez años ha habido una convivencia feliz de las autoridades con Interbolsa”.  Después de esta rápida mirada de pésima gestión administrativa nacional, quizás podremos entender mejor varias razones contundentes del por qué somos una nación tercermundista.