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Otro ‘mejoral’ para enfrentar el cáncer del desempleo |
Por: Edgar Bejarano
Sin lugar a dudas, puede ser positivo corregir las distorsiones que afectan al mercado laboral y preservar los nexos que deben darse entre la productividad del trabajo y su remuneración. Esta misma lógica se ha venido aplicando desde el pasado con los precios de algunos bienes, como la gasolina, y también con factores productivos, como el capital. Así mismo, es saludable buscar una financiación directa a los programas sociales en el presupuesto del Gobierno, evitando con ello otras fuentes que pueden resultar costosas por las ineficiencias que introducen, como lo es también reconocer que en un escenario de tanta inestabilidad laboral y de los ingresos parece cada vez más difícil asegurar una pensión de vejez y por ello es urgente pensar en fórmulas creativas de microahorro, de microseguro e incluso de soporte social para el futuro. El impacto esperado de las nuevas medidas de flexibilización muy seguramente será marginal, puesto que la raíz del problema es de índole estructural y no cíclica y, por ende, demanda otro tipo de ‘terapias’ para enfrentarlo. Existe un excedente de oferta de trabajo que, a partir del proceso de industrialización, comenzó a movilizarse desde la agricultura y las zonas rurales hacia la industria y la economía urbana, pero que actualmente continúa desplazándose desde las regiones periféricas hacia las grandes áreas metropolitanas. Esos flujos se han generado por las diferencias en oportunidades, productividades, efectos externos, rentas de aglomeración, beneficios de las escalas y remuneraciones que existen entre orígenes y destinos. Infortunadamente, como en las décadas del cincuenta al setenta, cuando el limitado desarrollo industrial fue incapaz de absorber buena parte de esos excedentes de trabajo, ahora la economía urbana y moderna, conformada por algunas expresiones corporativas de tipo industrial y sobre todo de servicios, también resulta insuficiente para reaccionar ante esa dinámica. El resultado ha sido desempleo y creciente informalidad.
Aunque el deterioro de las condiciones del trabajo es global, de naturaleza estructural y no el resultado de crisis temporales, el grado en que esto ha sucedido cambia según el tipo de economía y será peor cuando ésta ha perdido fuentes de trabajo y se ha especializado en unos pocos sectores, particularmente si son de baja productividad y con escasa profundidad en su desarrollo, como sucede con gran parte de nuestro sector de servicios, y con frágiles encadenamientos técnicos y comerciales hacia el resto de la economía. Quizás, para algunos, la economía informal termina siendo una mejor alternativa económica de ocupación frente a las posibilidades que le podría ofrecer un sector formal que no tiene la dimensión y la productividad deseadas, pues cumple apenas funciones comerciales, de intermediación, de poco valor agregado y con limitada dinámica innovadora de fuente local. En esa perspectiva, conviene indagar con mayor rigor sobre las posibilidades efectivas de desarrollo que puede ofrecer la economía informal, particularmente si se promueve su formalización para trabajar en sus conexiones con la parte moderna de la economía y con los mercados internacionales. Igualmente, es importante reflexionar acerca del desarrollo de sectores con una base más nacional y con mayor creación de valor y de empleos, como podría suceder con la agricultura-agroindustria, el turismo o el aprovechamiento de los recursos ambientales y genéticos, cada vez más valorizables. Seguramente, si los planes de desarrollo se estructuran con una mirada más atenta a las potencialidades y oportunidades que ofrecen las economías regionales se encontrarán sectores estratégicos y fuentes de empleo. En igual sentido, los acuerdos de integración comercial no deberían servir exclusivamente para hacer más de lo mismo sino para identificar nuevas fuentes de crecimiento y ocupación. Escuche la entrevista de Café y Noticias (Radio Nacional de Colombia) con Edgar Bejarano
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