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Inundaciones: oportunidad para la reforma urbana regional |
En una primera instancia está la fase que actualmente está en desarrollo, que es la de asistencia humanitaria, que debe otorgar a los damnificados de manera efectiva e inmediata salud, alimentación y vivienda temporal para garantizar una calidad mínima de vida. En el mediano plazo, la estrategia debe pasar por tres pilares fundamentales, que deben ser cohesionados junto con organizaciones sociales -como juntas de acción comunal-, que deben ser el ‘cemento’ de la reconstrucción de las zonas inundadas o, incluso, la construcción de nuevos poblados como lo planteó el presidente Santos. En primera instancia está la reedificación de la infraestructura, priorizando acueductos, viviendas, hospitales y colegios. Para esto, la canalización de los recursos debería tener más en cuenta más los problemas de regionales que los de cada una de las localidades, pues lo que lograría sería atomizar los esfuerzos ineficientemente. También deben fortalecerse los recursos y la institucionalidad de las CAR para que cumplan con su cometido y hagan evaluaciones francas de los recursos ambientales: que se haga lo que se dejó de hacer durante estos años y por fin se adelanten estudios medioambientales regionales. Un segundo pilar es lograr un ordenamiento territorial que pueda ‘blindar’ a las poblaciones que están hoy en riesgo frente a futuras catástrofes ambientales. Históricamente las poblaciones colombianas se han erigido a la rivera de los ríos y han adolecido de tanto de planes de prevención como de planeación territorial en su crecimiento. Por ello, esta es una oportunidad para reconstrucción busque planear la construcción de infraestructura física, de manera segura y pensando en un futuro cómo serán estas poblaciones y generar así toda un reforma urbana. Los Planes de Ordenamiento Territorial (POT) de las zonas afectadas deben garantizar, en adelante, que las viviendas y la infraestructura estén alejadas de las zonas de riesgo para evitar calamidades como las actuales, que se habrían evitado en su mayoría con planeación y prevención. Sería deseable que los POT dotaran a estas poblaciones con estándares de habitabilidad dignos, que mejoren la calidad de vida de sus habitantes e incluyan mejores hospitales, parques, colegios, mobiliario urbano y obras públicas en general. Por su parte, las vías susceptibles de riesgo deberían contemplar nuevos trazados que las alejen de las zonas con peligro de inundación o derrumbe, para impedir que el país se paralice ante cualquier eventualidad del inverno, en un país donde la mayoría de viajes de carga y pasajeros se hacen por carretera. En la reconstrucción y las nuevas edificaciones debería emplearse mano de obra local para activar los circuitos económicos regionales y de esa forma fomentar círculos económicos virtuosos que sean una oportunidad para recuperarse y, además, generar desarrollo. Eso nos lleva al tercer pilar, que es la recuperación de las vocaciones económicas regionales afectadas por las inundaciones, en su gran mayoría agrícolas. Es necesario retomar y fortalecer estos nichos de producción y que se pueden aprovechar para ampliar las fronteras agrícolas, llevando a cabo verdaderos proyectos de distritos de riego y planes de prevención ante futuras calamidades.
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