
La estrategia de confinamiento obligatorio y voluntario que se adoptó para aminorar los impactos de la pandemia sobre la salud de la población produjo un efecto inesperado: la aceleración de la llamada transformación digital. La penetración del uso de tecnologías digitales en diferentes campos de la actividad humana, que se esperaba sucediera de manera gradual durante los próximos cinco a diez años, se dio en unos pocos meses. Este hecho sin duda tendrá efectos sobre la cantidad y calidad del empleo por generar.
De acuerdo con la Cepal, en América Latina durante los primeros seis meses de 2020 el trabajo a distancia aumentó un 324 % y la educación remota más del 60 %. En Colombia el 76 % de las empresas formales estiman que mantendrán esquemas de teletrabajo de manera definitiva y en los diferentes niveles de educación no hay certidumbre sobre cuándo regresarán las clases presenciales.
Estas modalidades de trabajo constituyen un cambio extremo en las condiciones laborales de la producción, que además tienden a ser complementadas con el uso, en variados grados de intensidad, de tecnologías concurrentes como big data, realidad virtual, inteligencia artificial, impresión 3D, internet de las cosas, robótica y nanotecnología.
Diversos ejercicios de prospectiva han señalado que la adopción de este nuevo patrón tecnológico significará la desaparición de oficios y profesiones establecidas por largo tiempo, así como la emergencia de algunos otros aun no identificados plenamente. El saldo neto en el cálculo de destrucción de puestos de trabajo tradicionales y la creación de los nuevos tiende a ser negativo, al punto que personalidades como el presidente francés Enmanuel Macron han propuesto la creación de un impuesto a los robots para preservar puestos de trabajo durante algún tiempo.
En todo caso, la tendencia muestra que el nuevo escenario en gestación demanda de los trabajadores el desarrollo de habilidades muy específicas — como son la creatividad, el pensamiento crítico, la capacidad para resolver problemas complejos, la flexibilidad cognitiva, entre otras — para el desempeño laboral remoto y para el manejo de las tecnologías.
De manera complementaria, lo que ha mostrado el proceso de adaptación a los nuevos ambientes de trabajo durante la pandemia ha sido que más allá de esas habilidades, se requiere dotar a los ciudadanos con otro tipo de habilidades denominadas blandas, como la de relacionarse con otras personas y consigo mismos, así como la comprensión y gestión de las propias emociones, toma de decisiones y logro de objetivos, gestión de situaciones adversas o el buen uso del tiempo y de la creatividad para desarrollar soluciones. El sistema educativo debe tomar nota.
Cierto es que, en el país, la opción de esos modelos de negocios que obedezcan a las transformaciones digitales se producirá con rezago respecto a los países desarrollados. La estrechez del aparato productivo y su escasa interrelación entre sectores y entre empresas de diferentes tamaños al interior de las ramas productivas hacen que la adopción de nuevas estructuras laborales tome algún tiempo. Algunos estudios realizados en el pasado muestran cómo las tecnologías de la información y las comunicaciones han sido introducidas a las empresas más como un instrumento de control del trabajo que como un factor estratégico para mejorar eficiencia, aumentar producción y sobre todo generar innovación, una de las características centrales de la denominada transformación digital.
En medio de la actual situación del mercado laboral colombiano, que no da mucho plazo para diseñar estrategias de generación de empleo, las que se propongan deben considerar estos nuevos escenarios. Es urgente atender la disminución de más de dos millones de puestos de trabajo a octubre de este año y la tasa de desempleo nacional, que es del orden del 15,8 %, con grandes diferencias regionales y mayor incidencia en las mujeres (24.2 %, que corresponden al 42 % de los desocupados) y los jóvenes (40 % de los desocupados). Todo esto sin contar que la informalidad laboral ronda por el 48 % y que la población inactiva alcanza los 16 millones de personas, buena parte de ellas resignadas ante la imposibilidad de encontrar ocupación.
Los esfuerzos del gobierno deben enfocarse a atender este grave problema, pero además el congreso no puede demorar la reglamentación de los esquemas de trabajo remoto y de plataformas tecnológicas para mensajería y movilización de personas. Estas son las avanzadas del nuevo patrón tecnológico, que contribuyen a mayor precarización del trabajo, mediante una posible elusión de las leyes laborales en relación con las responsabilidades de remuneración y de seguridad social. Quienes administran estas plataformas alegan no tener una relación laboral con aquellos que denominan sus “socios” pero que en últimas son la fuente de las utilidades de las que gozan sus empresas, en muchos casos denominadas unicornios por las ingentes valoraciones de mercado que obtienen de sus modalidades de negocios.
Álvaro Zerda Sarmiento
Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas e investigador del Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID) de la Universidad Nacional de Colombia.