Hay que retomar a Adam Smith y Karl Marx: Domènech |
El autor de este encuentro imaginario fue el profesor español Antoni Domènech, quien visitó la Universidad Nacional de Colombia, gracias a una invitación del Doctorado en Economía y del Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID), para ofrecer una mirada diferente a la actual coyuntura y proponer que se retomen los textos básicos de los teóricos clásicos de la economía. Según Javier Sabogal, estudiante del Doctorado en Economía de la Universidad Nacional de Colombia, tras varias sesiones de trabajo académico con el profesor Domènech, la importancia de este llamado radica en poder entender cómo los planteamientos de Smith y Marx, que deben ser entendidos en su verdadero contexto, pueden ser útiles en momentos como el que vivimos de crisis tanto económica como de la teoría económica Antoni Domènech es profesor de Filosofía Moral en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Barcelona (España) y editor de la revista política internacional SinPermiso, donde apareció por primera vez el diálogo entre Smith y Marx, que compartimos hoy con nuestra comunidad de visitantes. Adam Smith y Karl Marx dialogan sobre el desplome del actual capitalismo financiero Por Antoni Domènech Karl: ¿Viste, viejo, que este chico, Joseph Stiglitz, anda diciendo por ahí que el colapso de Wall Street equivale al desplome del muro de Berlín y del socialismo real? Adam: No es para estar contentos, ni tú ni yo. Y tú, menos aún que yo, Carlitos. Karl: Hombre, a cuenta del suicidio del capitalismo financiero, mi nombre vuelve a estar en boga, mis libros, según informa The Guardian, se agotan. Hasta los más conservadores, como el ministro de finanzas alemán, reconocen que en mi teoría económica hay algo que aún merece la pena tener en cuenta… Adam: … no me vengas ahora con mezquinas vanidades académicas post mortem, Carlito: que en vida jamás te abandonaste a ellas. Yo hablo en un sentido más fundamental, más político. Ninguno de los dos puede estar contento, y, te repito, tú menos todavía que yo. Karl: ¿Y eso? Adam: El “socialismo real” que se construyó en tu nombre no tenía nada que ver contigo. Pero al menos, tú sí que te llamaste “socialista”. Yo, en cambio, ¡ni siquiera me llamé nunca a mí mismo “liberal”! Eso del “liberalismo” es una cosa del siglo XIX (la palabra, como sabes, la inventaron los españoles en 1812), y van y me lo endosan a mí, un tipo que murió oportunamente en 1793. ¡Es ridículo! ¿Cómo va a afectarme eso? Karl: Ya veo por dónde vas. Quieres decir que ni el desplome del muro de Berlín ni el colapso del capitalismo financiero en 2008 tienen mucho que ver ni contigo ni conmigo, pero que, aun así, nos cargan el muerto. Karl: Desde luego; tú y yo fuimos aún clásicos. Luego vino esa caterva vulgar de neoclásicos, incapaces de distinguir nada. Karl: Es evidente. Tú hablaste repetidas veces de la necesidad imperiosa de intervenir públicamente en favor de la actividad económica productiva. Eso es lo que para ti significaba “mercado libre”; nada que ver con el imperativo de parálisis pública de los liberales y de los economistas vulgares, incapaces de distinguir entre actividad económica generadora de riqueza y actividad parasitaria buscadora de rentas. Adam: En mi mercado libre los beneficios de las empresas de verdad competitivas y productivas y los salarios de los trabajadores de esas empresas ni siquiera tendrían que tributar. En cambio, para mantener un mercado libre en mi sentido, los gobiernos tendrían que matar a impuestos a las ganancias inmobiliarias, a las ganancias financieras y a todas las rentas monopólicas… Karl: … es decir, a todo lo que, después de darme a mí por perro muerto, y en tu nombre, Adam, ¡en tu nombre!, se ha hecho que dejara prácticamente de pagar impuestos en los últimos 25 años. ¡Hay que joderse! Adam: ¡Hay que joderse, Carlitos! Porque lo que yo dije es que una economía verdaderamente libre, al tiempo que estimulaba la producción de riqueza tangible, podía generar, gracias entre otras cosas a un tratamiento fiscalmente agresivo del parasitismo rentista y de su pseudoriqueza intangible, amplios caudales públicos que podrían ser destinados a servicios sociales, a la promoción del arte y de la ciencia básica –que es, como el arte, incompatible con el lucro privado—, a establecer una renta básica universal e incondicional de ciudadanía, como quería mi coetáneo Tom Paine, etc. Ya ves, Carlitos, yo, que no pasé de ser un modesto republicano whig de mi tiempo, ahora, si no me falsificaran cuatro profesorcillos más perezosos aún que ignorantes, y si se me leyera con conocimiento histórico de causa, hasta podría pasar por un peligrosísimo socialista de los tuyos. Y te diré, si ha de quedar entre nosotros, que, visto lo visto, la vuestra me resulta una compañía bastante grata… Karl: En realidad, toda tu ciencia, como la de tantos republicanos atlánticos de tu generación, estaba puesta al servicio del principio enunciado por el gran florentino malfamado, a saber: que no puede florecer la libertad republicana en ningún pueblo que consienta la aparición de magnates y gentilhuomini, capaces de desafiar a la república. Y si lo ves así, la falsificación en tu caso es aún peor que en el mío: el “socialismo real” abusó aberrantemente de la palabra “socialismo”, dando pie a la refocilación general de todos mis enemigos; ¡pero es que tú ni siquiera llegaste a enterarte de qué era eso del “liberalismo”! Adam: Quien no se consuela es porque no quiere, Carlitos. Lo cierto es que lo que ha pasado en los 30 últimos años en el mundo va en contra de todo lo que tú y yo, como economistas y como filósofos morales, queríamos. Mira a estos pobres españoles, inventores del término “liberalismo”. A ti y a mí nos importaba, sobre todo, la distribución funcional del producto social (eso que ahora tratan de medir con el PIB): pues bien, la proporción de la masa salarial en relación al PIB no ha dejado de bajar en España, y ha seguido bajando incluso después de que volviera a asumir el gobierno en 2004 un partido sedicentemente marxista hasta hace muy poco… Karl: Sí, sí, un horror. Pero el caso es que cuando estos chicos, supuestamente, me dejaron a mí por ti, y pasaron a llamarse “social-liberales” a comienzos de los 80, lo que hicieron fue una cosa que te habría puesto a ti también los pelos de punta. Fíjate que no sólo retrocedió la proporción de la masa salarial en relación con el PIB, sino que, en la España del pelotazo y el enrichisez-vous de Felipe González, lo mismo que en la Argentina de “la pizza y el champán” de Menem y en casi todo el mundo, los beneficios empresariales propiamente dichos empezaron a retroceder también en relación con la parte que en el PIB desempeñaban las rentas inmobiliarias, las rentas financieras y las rentas monopólicas… Adam: ¡Cómo nos han jodido, Carlitos! Karl: No desesperes, Adam. La historia es caprichosa, y ¿quién sabe?, a lo mejor, ahora, hasta empiezan a tomarnos en serio. Fíjate que le acaban de dar el Premio Nobel a un chico bastante espabilado que desde hace años estudia la competición monopólica y rescata a Chamberlain y a Keynes, esos muchachos que al menos se esforzaron por entendernos, a ti y a mí, en los años 30 del siglo XX y que querían proceder a la “eutanasia del rentista”… Adam: Yo fui un republicano whig bastante escéptico, Carlitos. No viví el movimiento obrero del XIX y del XX y la epopeya de su lucha por la democracia. No puedo entregarme tan fácilmente al Principio Esperanza de aquel famoso discípulo tuyo, ahora, por cierto, casi olvidado.
|