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Otra crisis… ¿o la misma crisis?
 
 
 La devaluación del yuan y la desaceleración que sufre el grande asiático, representa un enorme desafío para la economía colombiana, que suma una nueva preocupación para alcanzar tasas de crecimiento estables y sostenibles. La situación actual, con el panorama a largo plazo de desvalorización ante el dólar y el bajo precio del petróleo, funge como prueba de fuego para demostrar si la economía nacional se encuentra en condición para soportar el sacudón y superar las vicisitudes que hoy día nos atormentan.
 
Raúl Ávila Forero*
Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas 
Universidad Nacional de Colombia 
 
Bogotá, 27 de agosto de 2015. La economía mundial ha presentado síntomas que muestran un panorama desalentador: la notable disminución del precio del petróleo, la devaluación de monedas con respecto al dólar y las constantes presiones inflacionarias son el pan de cada día que devana los sesos de las autoridades fiscales y monetarias a lo largo del mundo, las cuales buscan soluciones al horizonte sombrío que se cierne sobre la economía mundial, cada vez con más fuerza. 
 
Para ponerle la cereza al pastel, el inicio de la semana estuvo altamente influenciado por la desaceleración del crecimiento de la economía china, la segunda más fuerte del mundo. Sus secuelas recaen sobre las expectativas de los mercados globales que se ven reflejados en el repentino desplome de las bolsas asiáticas, americanas y europeas, haciéndonos recordar los escenarios similares que desencadenaron las últimas crisis financieras (1997 y 2008).
 
Dos meses atrás comenzaron a vislumbrarse las primeras señales que pondrían a los inversionistas en una situación bastante incómoda. China, en su afán por defender sus intereses, decidió devaluar el yuan para fortalecer su sector exportador y con la intención de contrarrestar las millonarias pérdidas en la bolsa. En un intento desesperado y siguiendo sus principios de no dejar que el mercado siga su curso, intervino su mercado bursátil mediante la disminución de las tasas de interés y dio aval a la posibilidad de que los fondos de pensión y seguridad pudieran invertir hasta un 30% en renta variable. 
 
Si bien, estas medidas permitieron aliviar el mercado, los efectos de la guerra de divisas asiáticas fueron más fuertes y desencadenaron, el pasado lunes 24 de agosto, los temidos inicios de una posible nueva crisis financiera, aunque con matices más claros y controlables hoy día.
 
El denominado “Lunes Negro” arrancó con el hundimiento de la bolsa de Shanghái, con una caída del orden del 8,49%; siguió la de Tokio, con una pérdida de 4,61%. En cuestión de horas el pánico se desató y continuó con un efecto dominó sobre las plazas bursátiles europeas, arrojando las siguientes pérdidas: Atenas 11,3%, Madrid 6,72%, Londres, 6,63% y la Colcap alcanzó a caer hasta un 3,2%. La bolsa estadounidense no fue ajena a los efectos perjudiciales del temor sembrado por la inestabilidad económica en China, mostrando como principal indicador una caída del 4,75% en el Dow Jones y del 5,5% en Nasdaq. 
 
La situación local

Colombia sufre los efectos de la coyuntura internacional de devaluación y precios bajos del petróleo, y como consecuencia tiene una inflación acumulada a Julio de 4,46%, lo que refleja el efecto del aumento en los costos de los productos importados (pass through), superando en 46 puntos básicos el techo inflacionario del Banco de la República. Asimismo, el dólar sigue subiendo sin control, afectando bruscamente la deuda externa y al sector importador, y el petróleo (principal commodity de la economía nacional) bajó la barrera psicológica por debajo de los USD 40, donde las reservas se encuentran en mínimos históricos y no se vislumbra inversión en exploración y sísmica, vital para la recuperación sectorial. 

La precipitosa caída de las bolsas asiáticas y el inevitable efecto sobre el resto de la economía mundial, principalmente en las economías emergentes como la colombiana, hacen necesario que se pongan, ya mismo, las cartas sobre la mesa. Por ello, es clave que el Banco de la República tome la batuta y aplique las medidas necesarias para evitar que se potencialice la desaceleración económica que sufrimos día a día. Veremos pronto cuáles serán las prioridades del Gobierno y qué intereses está dispuesto a defender.
 
Bajo este contexto y aunque exista hoy día un generalizado malestar en los mercados emergentes por las crisis políticas de Brasil y Turquía, las reformas estancadas de India, el impacto de las sanciones a Rusia y el ingreso de menos dinero en países exportadores de crudo como Nigeria y Venezuela, pareciera que la mejor medida es que los bancos centrales esperen un poco antes de tomar decisiones aceleradas y mantengan la calma. 
 
Esto no quiere decir que para el caso colombiano no se haga nada; hoy día se esperaría una pronta subida de la tasa repo por parte del Banco de la República, entre 25 y 50 puntos básicos antes de finalizar el año, para menguar los efectos inflacionistas en la economía.
 
Existe el dilema de si la economía mundial está al borde de entrar en crisis o si, por el contrario, se ha tomado nota de la crisis financiera 2008 y ahora se están manejando adecuadamente los instrumentos de política para controlar estas volatilidades y permear a las economías de situaciones exógenas. Al parecer no, pero… ¡esto es economía!
 
* Con el apoyo de William Escobar y David Quitián, estudiantes FCE UN. 

 

 
Module CID Centro de Investigaciones para el Desarrollo

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