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Dos años de Santos: la economía*

 


Un análisis riguroso de las cifras muestra que el modelo basado en las exportaciones primarias y los bajos salarios no ha acelerado el crecimiento ni ha reducido la desigualdad. Los hechos también muestran que Uribe y Santos son dos caras de un solo proyecto neoconservador.

 

 

Álvaro Moreno Rivas
Profesor Asociado

Facultad de Ciencias Económicas - Universidad Nacional de Colombia

Dos versiones, un modelo

Bogotá D.C., 30-jul-2012 (Comunicaciones CID). La evaluación del gobierno de Santos está hoy condicionada por un enredo ideológico:

-El Uribismo puro insiste en que Santos desvió el camino, traicionando los principios “fundadores” de la contrarrevolución conservadora de Uribe.
-El Uribismo clientelista considera que los mandatos de Uribe se mantienen, y que el ex presidente debe dejar gobernar a Santos.
-El liberalismo y los demás partidos de la Unidad Nacional se consideran los autores del cambio de rumbo que produjo este gobierno.

Ni siquiera los más avezados críticos del antiguo régimen han podido desenredar este nudo. Cada cual encuentra evidencia que confirma sus creencias. Sin embargo, los juicios de las diferentes facciones del “bloque histórico”[1] en el poder tal vez sean simples ilusiones. Pueden obedecer a lo que se conoce como el “sesgo de confirmación”, según el cual cuando identificamos un patrón de comportamiento de algo o alguien tratamos de buscar pruebas que lo confirmen[2].

De otro lado, como lo han mostrado los estudiosos del concepto de “similitud y diferencia” en psicología, la evaluación dependerá de la manera como se formula la pregunta. Si se busca establecer la semejanza entre Uribe y Santos, las personas tienden a resaltar los rasgos comunes, mientras que si se quiere examinar lo que los diferencia, se subraya aquello que los distingue. En otras palabras, todos tienen un modelo parcial que satisface su sesgo de confirmación[3].

Santos y Uribe son las dos caras del proyecto neoconservador en Colombia. Al igual que en la física moderna, sus modos no son contradictorios sino complementarios[4]. Las buenas y las malas maneras de gobernar reflejan las tensiones del desarrollo del conflicto social y la dinámica del proceso de acumulación de capital. Claramente, el proyecto liberal modernizador fue derrotado: en Colombia se ha impuesto un modelo terrateniente y rentista, sustentado en la gran producción agraria y en la explotación de los recursos naturales para la exportación.

Las llamadas locomotoras no son más que un eufemismo que encubre la condena de la economía colombiana a seguir un patrón de especialización en bienes primarios y rendimientos decrecientes, asociado con una mayor inequidad en la distribución del ingreso y de la riqueza[5], que impone serias restricciones al crecimiento de largo plazo.

Como en uno de los más conocidos episodios de Sherlock Holmes, la clave para esclarecer el enigma es que el “perro no ladró”. Es decir, en lugar de buscar los rasgos que confirman nuestras ideas y preconcepciones, deberíamos fijarnos en aquello que no acontece o mejor, que no cambia.

En este artículo me concentro en solo dos aspectos que se han mantenido durante los dos gobiernos de Uribe y los primeros dos años de Santos: los patrones de crecimiento económico y de distribución funcional de ingreso.

Locomotoras que no halan

Aunque la metáfora de la locomotora es eficaz para comunicar de manera simple, es decir, ideológica, que la minería y la producción agrícola de gran escala debían jalonar la economía, no deja de ser una simple idea vacía que carece de sustento conceptual y empírico.

En efecto, como lo reconocen dos estudiosos del tema: “Una de la principales lecciones de la historia de la economía mundial de los últimos doscientos años es que el camino expedito para el crecimiento sostenido es la industrialización”[6]. Esta observación es ampliamente respaldada por los recientes desarrollos del modelo de espacio de producto[7] (ver gráfico 1), aplicado al caso colombiano por Ricardo Hausmann y Bailey Klinger desde 2007.

 

El desarrollo se entiende como un proceso de cambio estructural, donde se transfieren recursos de actividades de baja productividad y menores salarios hacia sectores de mayor productividad y altos salarios. En este sentido, lo importante es acumular capacidades que permitan producir y exportar bienes cada vez más sofisticados.

El espacio de producto es una red compleja en cuyo centro se localizan los productos más sofisticados y cercanos en términos de la probabilidad de exportar con ventaja comparativa: por ejemplo, exportar Ipads dado que ya se producen teléfonos celulares. Los productos menos sofisticados y con un menor número de interconexiones se localizan en la periferia.

Uribe le apostó a la producción de los biocombustibles a partir del cultivo de palma de aceite africana y de la caña de azúcar. Santos agregó al proyecto uribista la locomotora del sector minero. El primero apuesta por la extensión de la frontera horizontal, mientras Santos confía en la extensión de la frontera vertical. Es fácil pasar de la palma al oro o de la banca a la palma. Sin embargo, es improbable que las capacidades utilizadas en palma, oro o banca permitan a los empresarios colombianos producir y exportar Ipads.

El problema es que si un país cae en la trampa de los productos de la periferia, menos sofisticados y poco interconectados, su destino estará signado por bajas tasas de crecimiento y un menor desarrollo[8].

Una primera evaluación de los resultados del modelo primario exportador colombiano iniciado por Uribe I y continuado por Uribe II y Santos I muestra claramente su fracaso. En el gráfico 2 se registran las fuentes de crecimiento sectorial del PIB colombiano entre 2002 y 2012.

Es evidente que no existen cambios sustanciales en términos de fuentes de crecimiento durante los dos periodos de Uribe y los primeros dos años de Santos. Algo más, entre el 60 y el 70 por ciento del crecimiento del PIB se explica por los sectores no transables de la economía, mientras que apenas del 30 al 40 por ciento es el resultado de las actividades orientadas hacia el comercio exterior.

No se observa ningún cambio estructural que justifique el optimismo del presidente Santos en su discurso del 20 de julio pasado. De hecho, los flujos de inversión extranjera se dirigen a sectores tradicionales como el petróleo, la minería y el sector financiero. Nada de esto contribuye a crear las capacidades para saltar a producir bienes y servicios complejos y sofisticados del núcleo denso del espacio de producto.

Como se muestra en el gráfico 3, dos de las locomotoras del gobierno —la agrícola y la minera— no han demostrado su capacidad para producir el “gran impulso”. Todo lo contrario: los datos reflejan una profundización de la llamada enfermedad holandesa y de la “maldición” de los recursos naturales. En efecto, mientras que el sector minero creció 12 y 14 por ciento en 2010 y 2011, respectivamente, apenas explica el 24 por ciento del crecimiento del PIB. Lo preocupante es que la industria —que concentra la mayor parte de los productos más sofisticados e interconectados del espacio de producto— cada vez pierde más importancia como motor de crecimiento.
Crece la desigualdad


El otro hecho constante a lo largo de los últimos 10 años es el deterioro de la distribución funcional del ingreso. La participación de la remuneración de los trabajadores en el PIB pasó del 34 por ciento en el 2000 a 33 por ciento en 2012.

El modelo de la confianza inversionista se sustenta en la represión de salarios con el fin de mantener alta la rentabilidad de la inversión privada. En lugar de promover la transformación estructural y la reasignación de factores de actividades de baja productividad y malos salarios hacia sectores con mayor productividad y altos salarios, las políticas de Uribe I, Uribe II y Santos I han logrado que el ritmo de crecimiento de los salarios permanezca por debajo de la productividad laboral, manteniendo tasas de desempleo de dos dígitos.

En la medida en que los empresarios puedan exportar sus bienes y servicios a los mercados internacionales y los gastos de consumo se financien con crédito, la demanda agregada puede mantenerse en los niveles requeridos para obtener las utilidades y las rentas: así en Colombia se ha configurado un régimen de crecimiento liderado por las utilidades; el gráfico 4 ilustra la evidencia:

Se observa claramente una relación inversa entre crecimiento y equidad en la distribución del ingreso: cuando los salarios pierden participación en el PIB, el ritmo de crecimiento aumenta y viceversa. Algo parecido sucedió en Estados Unidos y el resultado final ya lo conocemos: la crisis de 2008-2009.

El ministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverry, hábilmente ha aprovechado la mala coyuntura mundial para explicar la desaceleración de la economía colombiana. Sin embargo, la turbulencia de los mercados de la Eurozona es apenas la gota fría que acelerará el desenlace del modelo de acumulación colombiano y el final de la inflación artificial de los precios de los activos.

Como dice Scott Fitzgerald al final del gran Gatsby: “Y así vamos adelante, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado”.
 


[1] Este es un concepto de Gramsci.
[2] Francis Bacon decía: “una vez que han adoptado una opinión acerca de algo, la mente del ser humano, recoge cualquier caso que la confirme, y rechaza o ignora la demostración de casos contrarios, ya sean más numerosos y de más peso, con tal de que su parecer permanezca inalterado”, Citado por Leonard Mlodinow(2008). El Andar del Borracho, Critica Barcelona, p. 209.
[3] El modelo completo se puede expresar como: Similaridad (Santos, Uribe)= F(rasgos comunes, rasgos de Santos que no tiene Uribe, rasgos de Uribe que no tiene Santos). Véase el tratamiento riguroso en Amos Tversky(2004), Preference, Belief, and Similarity, The MIT Press. [4] Me refiero a la dualidad onda – partícula.
[5] Edward E. Leamer, Hugo Maul, Sergio Rodriguez, Peter K. Schott (1999). Does natural resource abundance increase Latin American income inequality?, Journal of Development Economics, Vol. 59, pp.3–42.
[6] Ronald Findlay y Mats Lundhal.(1999). Resource-Led Growth-A Long-Term Perspective. The relevance of the 1870-1914 Experience for today’s Developing Economics”, Working Paper 162, WINDER, NU.
[7] C.A. Hidalgo, B Klinger, A.L Barabasi y R. Hausmann (2007). The Product Space Conditions the Development of Nations, Science, Vol. 317, pp. 482-487.
[8] Jesus Felipe, Utsav Kumar, Arnelyn Abdon y Marife Bacate. (2012). Product complexity and economic development, Structural change and Economic Dynamics, 23, pp.36-68.
 


*Artículo publicado en la revista digital Razón Pública.com - edición semana del 30 de julio al 05 de agosto de 2012.

 
Module CID Centro de Investigaciones para el Desarrollo

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