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EconomÃa colombiana aún enfrenta rezagos de la Colonia |
“Lo que el muy cristiano burgués del siglo XX no perdona a Hitler no es el crimen como tal, es el crimen contra el (Aparte de Aimé Césaire en Discours sur le colonialisme, 1955)
Asà lo advirtió Heraclio Bonilla, director del Grupo de Investigación en Historia Económica del Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID) de la Universidad Nacional de Colombia, al inaugurar el seminario internacional ‘La cuestión colonial’ que se realiza durante esta semana en Corferias, con la participación de expertos internacionales como Perry Anderson, de la Universidad de California; Maurice Godelier, de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de ParÃs; Carlos Sempat Assadourian del Colegio de México, asà como académicos de Perú, España, Brasil, República Dominicana, Bolivia, Argentina, India, Haità y Colombia. Para el académico, “aunque las capitales polÃticas han dejado formalmente de ser tales, en la práctica la desigualdad en la relación entre el pequeño grupo de privilegiados y la inmensa mayorÃa del planeta no sólo persiste sino que se incrementa. Sólo que las rivalidades colonialistas dieron paso a acciones concertadas para evitar los conflictos del pasado”. Bonilla recordó las palabras del pensador mexicano Leopoldo Zea “América Latina es un continente sin historia, porque aquà el pasado y el presente son una y la misma cosa”, con las que sugerÃa que la historia, como proceso, no hace ‘tabla rasa del pasado’ sino que lo reproduce, lo reitera o lo reintegra, en sus desarrollos subsecuentes.
La semana girará en torno a temas como la experiencia colonial del nuevo mundo, la colonización y el problema de la identidad; la experiencia colonial francesa, las dimensiones de la condición colonial, revolución y colonización, y los impactos del colonialismo. Sin duda, revivir este tema se hace necesario por el peso de ese legado colonial en vastas regiones del planeta, cuya población ve acrecentada sus dificultades económicas y sociales por las brechas crecientes producidas por una globalización en curso. La premisa que gran parte de las naciones desposeÃdas del mundo tuvo un pasado colonial constituye, en este sentido, el punto de partida de esta reflexión. Discurso inaugural del seminario, preparado y pronunciado La Universidad Nacional de Colombia con ocasión del Bicentenario de la independencia del paÃs organizó el Seminario Internacional "La cuestión colonial", dedicado al examen de la génesis, el funcionamiento y las consecuencias de la dominación colonial impuesta por Europa sobre los pueblos de las Américas, de Africa y de Asia desde los inicios del siglo XVI hasta su culminación en el contexto de los grandes movimientos por la descolonización de la segunda mitad del siglo XX. Las razones de esta convocatoria son, por una parte, reabrir el examen de un problema que estuvo en el centro de los debates del pensamiento social de la primera mitad del siglo XX, y que después fue puesto de lado como consecuencia de otras preocupaciones en la agenda de la investigación y de la reflexión. Ese reexamen es necesario por el peso de ese legado colonial en vastas regiones del planeta, cuya población ve acrecentada sus dificultades económicas y sociales por las brechas crecientes producidas por una globalización en curso. La premisa que gran parte de las naciones desposeÃdas del mundo tuvo un pasado colonial constituye, en este sentido, el punto de partida de esta reflexión.
Sólo un esfuerzo para captar la dimensión global del hecho de la colonización permitirá conocer su significado, asà como las semejanzas y los contrastes entre estas variadas experiencias. Son muy escasos esfuerzos de esta naturaleza, y los más significativos se desarrollaron en el marco de las grandes confrontaciones de la II y la III Internacional, o de las conferencias sobre el reparto del planeta y el destino de los pueblos colonizados luego de la II Guerra Mundial. Finalmente, y con ocasión de los próximos bicentenarios que varios paÃses de la América Latina se aprestan a conmemorar en el 2010, es pertinente recordar, de un lado, que la complicada geografÃa polÃtica de la independencia de la región fue un proceso concatenado y continuo y, sobretodo, que esos hechos de armas tan contradictorios se asientan en estructuras coloniales igualmente densas y complejas, de tal modo que sólo una perspectiva como la que informa este seminario podrá calibrar con precisión las razones de su heterogeneidad. Una perspectiva radical supone examinar las raÃces de una situación y no el movimiento de la superficie.
Para empezar, y sólo por razones de caracter heurÃstico, conviene recordar que toda sociedad colonial es el producto de la guerra y de la conquista impuesta sobre la población nativa, aunque en algunos casos las metrópolis constituyeron colonias de poblamiento al desplazar a parte de su población sobre territorios distantes más o menos vacÃos. En este contexto, desde fines del siglo XV hasta el presente, la historia registra tres grandes coyunturas, las cuales se distinguen por su temporalidad, por los espacios, por los mecanismos de colonización, y por sus consecuencias tanto sobre las metrópolis como sobre sus colonias.
A esta dimensión material deben agregarse los costos humanos de la colonización, es decir la desaparición de 16 millones de mexicas y de 7 u 8 millones de gente de los Andes, en las cuatro décadas que siguieron al arrivo de Hernán Cortés en 1519 a México, y de la llegada de Francisco Pizarro a Cajamarca en 1532. En el otro extremo del planeta, en Africa, este “descubrimiento” del nuevo mundo implicó al mismo tiempo el redescubrimiento del viejo mundo, con el traslado de cerca de 10 millones de africanos, en condición de esclavos para trabajar en las empresas económicas que resultaron como consecuencia de la colonización. No demanda un esfuerzo muy grande calibrar para ambos continentes las consecuencias, en el corto y en el largo plazo, de estos hechos. La añeja historiografÃa sobre la colonización, bajo el nombre de la “leyenda negra” no dejó de registrar la expoliación y el diezmamiento de la población nativa en el pasivo de la colonización, aunque no debe omitirse, como lo recuerda Anthony Pagden que esta expansión estuvo acompañada de una extraordinaria polémica sobre la legitimidad de estos hechos, con la participación de epÃritus agudos como Bartolomé de las Casas, Francisco de Vitoria, y Juan Ginés de Sepúlveda. El polémico libro de Barbara y Stanley Stein, La herencia colonial de la América Latina, fue uno de los primeros en señalar las consecuencias de la colonización en el corto y en el largo plazo, tomando la economÃa y la sociedad como las principales coordenadas de su argumento. No es este el lugar para reconstruir el intenso debate que provocó su libro, sino recordar las dos “herencias”que encuentran consenso entre sus crÃticos más agudos: en la economÃa, su condición central de exportadora de materias primas y en el que el sector externo opera como sector lÃder; en la sociedad, una desigualdad nacida del papel opuesto que jugaron los principales actores del proceso. En sociedades multi-étnicas, como es el caso de las sociedades coloniales, esta desigualdad, por la razón señalada, combinó criterios de “clase”, y criterios de “raza” en la configuración de estas realidades coloniales, con las consecuencias conocidas en términos de exclusión, de racismo y de desprecio a las poblaciones colonizadas y a sus descendientes.
¿El escenario anterior corresponde sólo al extenso perÃodo colonial?. Ha sido el pensador mexicano Leopoldo Zea quien acuñó el aforismo “La América Latina es un continente sin historia, porque aquà el pasado y el presente son una y la misma cosa”, y con el cual querÃa sugerir que la historia, como proceso, no hace “tabla rasa del pasado” sino que lo reproduce, lo reitera o lo reintegra, en sus desarrollos subsecuentes. Es esta persistencia de la dimensión colonial en escenarios posteriores la que también ha sido subrayada por diversos pensadores cuando registran que las guerras por la independencia, si bien cancelaron los lazos de subordinación polÃtica con la metrópoli española, no obstante dejaron completamente intactas las matrices fundamentales del orden colonial. Más aún, el nuevo orden internacional en la que la América Latina ingresa en los siglos XIX y XX no hizo sino fortalecer la racionalidad colonial previa. Una paradoja no menor la constituye la geografÃa de las guerras por la independencia y la peculiar participación que en ellas tuvieron la población nativa y afro-descendiente. GeografÃa que configura un arco que van desde las disidencias tempranas, Caracas y Buenos Aires, hasta los fidelismos más durables, Lima y México, y a fortiori Cuba. Como también la adhesión al rey y al régimen colonial, paradójicamente, de quienes debieran haber recibido más bien con entusiasmo la promesa de la independencia traÃda en vilo por gentes como San MartÃn y BolÃvar. Los Agualongos no fueron figuras insólitas del Pasto colonial, sino que tuvieron émulos desde el sur del RÃo Grande hasta la Tierra del Fuego. ¿Aquello explica, también, por qué la Metrópoli no delegó a sus ejércitos formales la custodia de sus colonias sino al final del régimen, cuando su recuperación era ya un imposible por la debacle económica y polÃtica de España, es decir que unos y otros, colonizados y colonos, interiorizaron muy pronto su condición, sin necesidad alguna de coerción externa?.
Su punto de partida fue el inicio de la fase B del ciclo de Kondratieff, cuando el declive de las economÃas metropolitanas las obliga a buscar por todo el mundo áreas rentables de inverión y de captación de recursos. Se dará además en el contexto de pugnas y rivalidades entre estas potencias, bajo el acicate de transformaciones significativas en sus repectivas economÃas domésticas, y donde el capital financiero empezará a asegurar su hegemonÃa. Con los capitales, migró igualemente la población europea: se calcula que entre 1870 y 1914 cerca de cuarenta millones de europeos se desplazaron a los nuevos territorios. Las expansiones coloniales más importantes correspondieron a Inglaterra y Francia, y en menor medida también a Bélgica, Alemania, Holanda, Italia, Portugal, España, Rusia, Japón, y los Estados Unidos de Norteamérica. Como resultado, en 1914 Europa dominó la mitad del mundo y cerca del 65 % de su población.
También, otro de los objetivos trazados fue la apropiación de los recursos naturales, utilizados como insumos para sus industrias domésticas, y en cuya explotación la baratura de la mano de obra nativa fue un componente esencial. Paul Bairoch ha estimado que la brecha entre entre los niveles de ingreso de los europeos y de los colonizados pasó en siglo y medio de 1.5 a 1, a otra de 5.2 a 1. Por cierto que los actores no sólo fueron los agentes del capital, sino que estuvieron acompañados por brigadas de religiosos, de educadores, de hombres de ciencia, a quienes se les asignó la noble tarea de expandir la civilización occidental por todo el planeta…
Esta expansión colonial tuvo como correlato la construcción de una visión del colonizado, es decir del “otro”, que poco tenÃa que ver con su representado, sino que era más bien el resultado de una conjunción de estereotipos, que no sólo decÃan más sobre los colonizadores y que terminaron sirviendo a los fines de la colonización, como lo demostrara en su momento Edward Said en su admirable libro Orientalismo. Pero este sesgo eurocéntrico y occidental no se expresó solamente en la metamorfosis del “otro” y de su realidad, sino que tuvo connotaciones en la producción del conocimiento por parte no sólo de los europeos, sino de la inteligencia que paradójicamente buscaba cancelar la dominación colonial. La obra entera de Ranahit Guha y de la escuela de Estudios Subalternos de la India, es un claro ejemplo de este combate, esta vez, por la descolonización del conocimiento. Las rivalidades entre las potencias coloniales, como se sabe, estuvieron en el origen de las dos grandes convulsiones mundiales de la primera mitad del siglo XX. Pero también la explotación colonial terminó por crear las bases de su resistencia y de la posterior liberación.
Los movimientos contra la descolonización, y cuyos escenarios más recientes fueron Africa y Asia terminaron confundiéndose con la cuestión nacional y cuyo desenlace fue contradictorio. Como lo señalara con lucidez el peruano José Carlos Mariátegui en sus Puntos de vista antiimperialista, las luchas anti-coloniales por la liberación de los pueblos engloban grupos y clases heterogéneos, pero cuya victoria deja pendiente la cuestión decisiva de quién asume el liderazgo y la dirección. Porque otra de las consecuencias de la colonización fue establecer las bases de la emergencia de un “colonialismo sin colonos” después de la liberación, es decir la reproducción de criterios coloniales de desigualdad y de exclusión en un escenario de paÃses ahora independientes, problema que en un pasado reciente fue examinado, y no es una mera casualidad, por los mexicanos Pablo Gonzáles Casanova y Rodolfo Stavenhagen ¿La colonización, fenómeno del pasado?. Por cierto que las metrópolis polÃticas han dejado formalmente de ser tales, pero en la práctica la asimetrÃa en la relación entre el pequeño grupo de privilegiados y la inmensa mayorÃa del planeta no sólo persiste sino que se incrementa. Sólo que las rivalidades imperialistas dieron paso a acciones concertadas para evitar los conflictos del pasado, a la manera como paradójicamente lo habÃa previsto Bernstein.
“Y no es el recuerdo de sus terremotos destructores de catedrales , ni el desborde de su mar enloquecido, ni la crueldad de sus áridos cielos que nunca llueven, ni la vista de su inmenso campo de chapiteles inclinados, cúpulas torcidas, cruces en ángulo (como los mástiles oblicuos de las flotas ancladas) ni sus calles suburbanas, donde las paredes se precipitan unas sobre otras como un mazo de cartas desparramadas, no es nada de eso lo que hace de Lima la ciudad más triste que pueda verse. Porque Lima se ha cubierto con el velo blanco y hay en la blancura de su dolor un horror más grande. Antigua como Pizarro, esta blancura mantiene eternamente nuevas las ruinas de Lima: no deja que penetre en ellas el verde alegre de la ruina absoluta y esparce sobre sus rotos bastiones la rÃgida palidez de un cuerpo apoplético que inmoviliza sus propias distorsiones”. Este texto me parece una descripción precisa de un paisaje configurado por la colonización, donde la blancura de la superficie camufla otros colores de la ignominia y de la miseria. Last but not the very least, porque más bien debiera haber empezado por lo que ahora voy a decir: mi profundo agradecimiento a cada uno y una de las amigas y los amigos que están aquÃ, por haber aceptado alejarse de sus labores habituales, a fin de enseñarnos y compartir sus experiencias, y con ellos mi gratitud igualmente a las prestigiosas instituciones que con generosidad facilitaron su presencia. Seminario Internacional "La Cuestión Colonial", Bogotá, Auditorio de Corferias, noviembre 23 de 2009
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