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Ocampo-Kalmanovitz: un diálogo convertido en análisis profundo del desarrollo económico

 

 

Con un lleno total en el auditorio principal del edificio 310 de la Facultad de Ciencias Económicas, se llevó a cabo el Debate CID ‘Diálogos sobre desarrollo’, en el que José Antonio Ocampo contrastó sus puntos de vista y fuentes ideológicas con los de Salomón Kalmanovitz, en torno al concepto de desarrollo económico y social.

 

Bogotá D.C., 5-may-2011 (Prensa CID). Ambos teóricos, según el decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia, profesor Jorge Iván Bula Escobar, son quizá los dos únicos economistas colombianos vivos que aparecen en la lista de grandes economistas de la Enciclopedia y Biblioteca Virtual de Ciencias Sociales, Económicas y Jurídicas.

El encuentro de los dos expertos fue una mezcla de repaso histórico sobre lo que ha sido el desarrollo económico del país en los últimos 30 años, desde los enfoques estructuralista y marxista, y una confesión de parte sobre la forma como ha madurado su pensamiento, sazonada con anécdotas que desacartonaron el debate y en varias ocasiones despertaron la hilaridad de los asistentes.

Los comentarios estuvieron a cargo de los profesores Guillermo Hoyos, director del Instituto de Bioética de la universidad Javeriana, y Jorge Armando Rodríguez, director del CID.

Ciencia y tecnología, básico en cualquier proceso de desarrollo

Ocampo comenzó por mostrar la multidimensionalidad del desarrollo: económico, social, político, sostenible, y la relación, además, con derechos humanos. “Voy a tener que escoger los temas que tal vez tienen la virtud de que encajan mejor dentro de lo que yo he sido; porque yo, de alguna manera, sí he sido constante”, dijo. “Soy estructuralista al comienzo y soy estructuralista hoy. Hay un momento donde estaba desviando y afortunadamente me corregí. Soy hoy más estructuralista de lo que era en algún momento, por allá en el pico de la oleada neoliberal cuando me estaba desviando del camino”.

En ese sentido, su primer tema fueron las estructuras productivas, “que es de alguna manera el núcleo del pensamiento estructuralista en sus diferentes variantes”, explicó. “Yo comenzaría con la afirmación básica de que para nosotros en esta escuela de pensamiento el punto de partida es que la esencia del desarrollo económico es el cambio de las estructuras productivas”.

De acuerdo con Ocampo, la mayor parte de los modelos de desarrollo económico cometen el error fundamental de concebir la economía como una especie de balón que se infla, “al que uno le va metiendo insumos: le mete capital, mano de obra, tecnología, y sale el plan, y mira el agregado (cómo queda el PIB)”.

Pero enfatizó que eso no capta la esencia de todo, qué es lo que ocurre en el interior. “Allí se da una dinámica bastante diferente en la cual unos sectores surgen, otros decaen, unas empresas se expanden, otras se quiebran. Incluso con transformaciones sociales profundas, sobre todo en las primeras etapas, con distintos esfuerzos de urbanización, una descomposición de las sociedades rurales tradicionales, la creación de sociedades urbanas… En fin, es una complejidad, y esa complejidad no es un accidente, no es un mero subresultado del crecimiento económico; es su propia razón de ser, su propia explicación básica”.

Sostuvo que la defensa tradicional de la industrialización fue esa: la industrialización era importante porque era el canal de transmisión del progreso técnico, y no necesariamente porque había otros sectores que fueran a afectar la productividad, y puso el ejemplo de la minería.

“La minería moderna del petróleo y el carbón son muchísimo más productivas que la industria manufacturera, pero no son canales de transmisión del progreso técnico. Esa es la diferencia sustancial: la industria tiene una capacidad de encadenarse con otros sectores que tienen esa capacidad. Uno podría decir que hoy en día algunos servicios tienen esa capacidad y por lo tanto también cumplen un papel muy importante. En realidad, siempre lo han cumplido en la historia”, dijo.

Enseguida, sentenció que cuando se bloquea ese proceso de transformación estructural, el crecimiento económico se desacelera. “Ustedes ven patrones internacionales, digamos de los últimos 30 años –pero pueden hacerlo para atrás– y encontrarán que las economías que han crecido dinámicamente desde el punto del desarrollo son invariablemente las economías que han profundizado su proceso de industrialización”.

Ocampo aseguró que América Latina interrumpió su proceso de industrialización en los años 70 y no le ha ido bien como patrón internacional. “Se ha quedado rezagada. Más aún: en los últimos tiempos tiene más de un retorno a la cultura exportadora, que es muy palpable en el caso colombiano, en donde tenemos que hoy en día el sector minero representa más del 60% de las exportaciones. Bien, bienvenido. Yo no tengo nada en contra de que el sector minero sea un sector exportador importante, pero a mí me parece grave si eso está bloqueando la otra parte que es la que, a mi juicio, tienen las mayores potencialidades”.

“Ese es un patrón empírico observable en los últimos 30 años –continuó–. América Latina creció bien durante su etapa de industrialización porque se diversificó. Su estructura productiva se dirigió hacia ramas industriales y hacia ramas del servicio. Y una vez interrumpido ese proceso, América Latina entró en una etapa de más lento crecimiento económico. Y esta es también la historia de Colombia. Otro segundo patrón que uno observa internacionalmente es que las economías, a medida que avanzan en su nivel de ingreso, su patrón de desarrollo productivo tiene que estar apalancado en un mayor esfuerzo de ciencia y tecnología, que penetre al sector productivo, le aporte”.

Pero en eso, de acuerdo con Ocampo, América Latina está en una situación “lamentable, incluida Colombia”, si se compara con cualquiera de los tres puntos relevantes de comparar, que son las economías más desarrolladas, las economías desarrolladas que se especializan en recursos naturales (Australia, Canadá, Nueva Zelandia y Noruega) y las economías exitosas del Asia oriental.

“Cuando uno lo analiza, a través de lo que es inversión en investigación y desarrollo, América tiene un 0,4% del PIB (Colombia tiene menos de eso), Asia oriental se acerca al 2% y los países industrializados, incluyendo los que son intensivos en recursos naturales, tienen entre 2,5% y 3%. O sea: en nosotros uno de los grandes errores, incluso en la etapa de industrialización, es que no se le puso suficiente atención al desarrollo tecnológico como el instrumento fundamental de desarrollo”, agregó.

“Por eso, mirar cuáles son las estructuras productivas dinámicas y brindarles un componente de ciencia y tecnología más productivo, son dos elementos que me parecen absolutamente básicos de cualquier proceso de desarrollo exitoso”, aseguró. “En eso, en Colombia, cuando se hizo la apertura económica, hubo en parte la idea de desarrollar simultáneamente un sistema de ciencia y tecnología. Se hizo una reforma de último momento en la administración de Virgilio Barco, que se trató de montar durante la administración de César Gaviria y, sobre todo, durante la administración de Ernesto Samper”.

Para Ocampo, desafortunadamente, no hubo continuidad. “Veo que la primera y segunda administración de Uribe desmontó todo lo que había progresado Andrés Pastrana después de llevar a cabo una política de conectividad. La administración de Uribe simplemente la ignoró, hasta que al final volvió al tema de la ciencia y la tecnología, y se hizo una reforma, que por lo demás estuvo en lo obvio si es que Colombia había retrocedido enormemente a mediados de los años noventa en términos de esfuerzos científicos y tecnológicos”.

“Quiero anotar que el Plan de Desarrollo de la administración de Juan Manuel Santos recoge bien el tema de ciencia y tecnología. Espero que esta vez sea definitivo, que no sea el preludio de una nueva interrupción de este esfuerzo. De alguna manera, recoge lo que es el desarrollo productivo a través de las ‘locomotoras’, excepto que creo que las locomotoras que escogieron no son las correctas, porque dos de ellas son reprimarizar a la economía colombiana”, sostuvo.

“Yo no tengo nada en contra de la minería ni de la agricultura. Todo lo contrario. Pero no veo la capacidad que tienen esos sectores de jalonar. Más aún: la minería es un arma de doble filo; el petróleo, el carbón, el níquel y el oro son armas de doble filo, sin contar incluso sus efectos ambientales, porque no tiene mucho encadenamiento productivo, no generan empleo; lo único que generan de manera sustancial son impuesto, pero la carga tributaria que tiene el sector minero, dados los precios absurdamente altos que hay en el mercado internacional, es excesivamente baja. Por tanto, tampoco están jalonando lo suficiente o transmitiendo sus beneficios a través de la tributación”.

 No hay desarrollo con corrupción: Kalmanovitz

Por su parte, Salomón Kalmanovitz aseguró que su visión de antes era una economía muy intervenida para propiciar la industrialización, mientras que la resolución de la cuestión agraria, con una reforma profunda de la tenencia contribuiría a generar un mercado interno dinámico para la industria. “Mi visión marxista fue aflojando en la medida que abandonaba mi militancia en los partidos de izquierda y en los años 80 le presté más importancia (con Fernando Tenjo y Jorge Armando Rodríguez) al poskeinesianismo, el keinesianismo en sus fuentes”.

Recordó que en el 93 ingresó a la junta directiva del Banco de la República, luego de que Rudolf Hommes presentara su nombre a consideración del presidente César Gaviria, “advirtiendo que era marxista, judío y costeño, ante lo cual él (Gaviria) replicó: ‘Me gusta, me gusta’. Para mí significó un remesón en mis ideas, aunque tenía un buen entrenamiento en teoría monetaria. El mandato constitucional de estabilidad de precios me conservatizó bastante”, agregó.

“Con el régimen de inflación objetivo, la política monetaria al menos se volvió contracíclica mientras que la política fiscal ha sido presa de la ortodoxia antitributaria, perdiéndose el más valioso instrumento, mucho más potente que la política monetaria, para salir de una crisis o para contrarrestar un recalentamiento económico”, explicó. “Creo que he sido consistente en estos 40 años, por lo menos en un punto: que los impuestos son demasiado bajos en una sociedad tan pobre y desigual como la colombiana, y que había que elevarlos con participación en el PIB y también a nivel local y rural con un progresivo impuesto predial”.

Agregó que hoy para el desarrollo económico es importante encontrar una senda de alto crecimiento con una inflación moderada. “El problema no está en estar estimulando todo el tiempo la economía, sino con una buena acumulación de capital, unas buenas instituciones; mantener el gasto público acotado con los ingresos tributarios, pero estos deben elevarse significativamente para garantizar inversiones públicas en las terribles infraestructuras que la corrupción ha contribuido a socavar, más los gastos sociales que deben ser aislados de las capturas por los grupos de poder (caso salud) que han logrado apropiar privadamente buena parte de ese gasto público”.

“Necesitamos, entonces, mucho más gasto público, pero eso sería insuficiente si se descuida la lucha contra la corrupción, que logra extirpar parte del mismo, o sea sin atender el problema de las instituciones que lo permiten. El problema de las instituciones es fundamental. ¿De dónde surge la corrupción? De incentivos emitidos por instituciones”, sostuvo.

Kalmanovitz retomó los ejemplos de Australia, Nueva Zelanda y Canadá, que habían sido planteados por Ocampo, para decir que tienen recursos mineros y son países que exportan mucho, pero sus instituciones “dan lugar a que los excedentes sean canalizados, entre otros, hacia una educación de alta calidad, y a que se diversifique su estructura productiva y de exportaciones, porque también tienen políticas macroeconómicas en su lugar para contener los efectos más nocivos que tiene lo que se ha llamado la maldición de los recursos naturales. Tienen la misma dotación de recursos agrícolas que Argentina y sin embargo su desarrollo es mucho más avanzado”.

Aseguró que las instituciones pueden canalizar a las energías de los ciudadanos de tal manera que la inversión se desate de forma sistemática, el Estado obtenga legitimidad, su comportamiento sea regulado para no cometer abusos y los conflictos se resuelvan en los escenarios creados para negociarlos y así la sociedad se tornará más próspera y pacífica.

“Por el contrario, hay países en los que sus instituciones incentivan la captura de renta por individuos cercanos al poder político, el Estado no monopoliza los medios de violencia, de tal manera que los derechos de propiedad son fácilmente desconocidos, los grupos de interés no cuentan con escenarios de transacción política y recurren a medidas de fuerza para saldarlos, y así sucesivamente para conformar un medio ambiente hostil al desarrollo económico”.

 
Module CID Centro de Investigaciones para el Desarrollo

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