Por: Ricardo Mosquera
Investigador del Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID)
Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas (FCE)
Universidad Nacional de Colombia

Bogotá, 19-Ene-2010 (Prensa CID). Al iniciar cada año las empresas realizan sus balances tanto contables y financieros como estratégicos y del logro de objetivos corporativos, donde las frías cifras señalan el estado de ganancias y pérdidas, que sirven para medir el desempeño de sus directivos. Por lo general, esto indica el inicio de cambios inmediatos y medidas a adoptar para la vigencia siguiente, lo cual implica corregir el rumbo o cambiar la estrategia.

Al mismo tiempo, los gobiernos están en la obligación de evaluar su agenda y sus metas políticas, económicas y sociales, contenidas en los planes de desarrollo. Allí el crecimiento, la inflación, el desempleo, la pobreza, los indicadores sociales y las relaciones internacionales con países comercialmente importantes y en especial los del vecindario, son claves a la hora de establecer las metas.

El 2009 pasará a la historia como el año que puso a prueba la eficacia y sostenibilidad del modelo económico neoliberal, puesto que la gran recesión económica iniciada en el 2008, hizo tambalear a las economías desarrolladas (Estados Unidos, Europa y Japón) con tasas de crecimiento negativas nunca vistas, altos índices de desempleo y la quiebra del modelo exportador, que impacto con más fuerza a las economías en desarrollo.

Así como en 1998 con la caída del muro de Berlín cayó el comunismo, la crisis mundial de 2008 y 2009 pone en duda la fortaleza del capitalismo globalizante y obliga a retornar a los clásicos, replantear los modelos económicos existentes, el regreso al intervencionismo de Estado y la lectura del Capital de Carlos Marx.

Para el caso de Colombia, a pesar de la retórica que anunciaba el blindaje de la economía, el coletazo de la crisis, es evidente, con recesión económica, pues la producción industrial es negativa, el comercio y el transporte cayeron, hay retraso en infraestructura y apenas se inician ligeros repuntes en construcción y minería.

Se advierte un clima incierto frente a la política de seguridad democrática y al cese del conflicto interno con secuestros y muertes. Algunos críticos señalan, que la institucionalidad colombiana se ve amenazada por la polarización entre el Gobierno y las Cortes, la incertidumbre frente a la reelección presidencial y un Congreso de espaldas a la realidad.

Todo esto delata la ausencia de un bloque histórico que lidere los cambios estructurales que se derivan de la crisis mundial, y que permitan mejorar falencias y debilidades frente a la comunidad internacional, así como cohesionar a la sociedad colombiana, y reorientar al país en un marco de democracia económica y política.

Brasil, Rusia, India y China, ‘sacan la cara’

La existencia de las llamadas economías emergentes (como Brasil, Rusia, India y China, llamadas BRIC) hizo menos dramática la caída del modelo ya que registraron tasas de crecimiento positivas tanto en su Producto Interno Bruto (PIB) como en su comercio exterior. En este nuevo entorno, nace la esperanza no solo por un modelo económico más humanizado, sino por el liderazgo político que dichos países juegan en sus regiones.

En lo político, soplaron vientos de cambio con la elección de Barack Obama como presidente de los Estados Unidos (EE.UU.), a quien le tocó capotear la gran crisis económica, generada por la burbuja inmobiliaria, y heredó el conflicto de Oriente, en particular Irán y Afganistán.

También se destacó el gobierno pragmático de Hu Jintao en China quien lidera un modelo socialista de estado, con un partido único y una economía mixta que parece exitoso en relación con el crecimiento logrado y la reducción de la pobreza. Igualmente se reconoce el trabajo del presidente Luis Inácio Lula Da Silva en Brasil quien puso a crecer la octava economía del mundo y redujo la pobreza.

A Colombia, sin embargo, no le va bien pues además de exhibir la más alta tasa de desempleo de la región (12,4 por ciento), se incrementa la pobreza, la concentración del ingreso medido por el coeficiente de Gini y la corrupción que debilita los presupuestos públicos. Esto ocurre, mientras un puñado de contratistas se enriquece y el sector financiero contabiliza billonarias ganancias.

Quizás influye en este panorama el costoso conflicto que libra el país frente al trío narcotráfico-guerrilla-paramilitares que alcanza un punto alto con las interrupciones del comercio con Venezuela y las muy frágiles que se inician con Ecuador, segundo y tercer socios comerciales del país, respectivamente, luego de los EE.UU.