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Las sociedades caminan al paso del más lento

 

 

En una encuesta realizada a más de 2.000 personas por el portal Trabajando.com, se estableció que el 19% de los empleados llega tarde a su sitio de trabajo.

 

 

 

 
Juan Jacobo Pavajeau
Catedrático Emérito
Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Colombia

Bogotá D.C., 09-abr-2012 (Prensa CID). Se dice que hay países donde es común la impuntualidad moderada y socialmente aceptado llegar una hora tarde. Parece que es una herencia latina. En Europa se distinguen por este mal hábito Italia, España y Portugal. En Latinoamérica es práctica corriente. En cambio, en Alemania llegar un minuto tarde es traumático y ofensivo. En Inglaterra es tradicional la “hora inglesa”, lo mismo que en los países que más han recibido su influencia cultural. En Estados Unidos es proverbial la frase “time is money”.

En una encuesta realizada a más de 2.000 personas por el portal Trabajando.com, se estableció que el 19% de los empleados llega tarde a su sitio de trabajo. En todos los niveles sociales y culturales del país siempre se tiene a flor de labios la disculpa oportuna o rutinaria del “trancón”. Esta situación llega a tal grado que quienes practican rigurosamente la puntualidad inglesa, especialmente en las reuniones sociales, pueden pasar como inoportunos y hasta ser considerados más bien groseros o desadaptados.

Aunque el 81% de  los encuestados se consideran cumplidos, según la citada encuesta, ciertas obligaciones se dejan para la última hora, como se observa en las fiscales y demás compromisos con el Estado. En las elecciones, se observan largas colas al final de la jornada y muchos ciudadanos se quedan sin votar. Un ejemplo que describe muy bien nuestra cultura impuntual se observó el 30 de julio de 2010 cuando perdieron vigencia las cédulas de ciudadanía antiguas. Pese a las publicitadas advertencias de que las nuevas, con holograma, serían imprescindibles a partir de esa fecha para hacer trámites bancarios, notariales y administrativos, quedaron sin ser reclamadas 2’100.000, y aproximadamente 50 mil ciudadanos ni siquiera las tramitaron.

Las personas que deben cumplir horarios salen de su casa con los minutos contados y después pretenden pasar por encima de los demás y, en no pocas oportunidades, estos afanes generan accidentes de tránsito. La impuntualidad, a pesar de que es una muestra de irrespeto por el tiempo de los demás, es tan normal, obvia y corriente en el medio colombiano, que sorprende a los visitantes de naciones desarrolladas. Los conferencistas, acostumbrados a cumplir sus compromisos con rigurosa exactitud, llegan a los auditorios con suficiente anticipación para identificar oportunamente cualquier contingencia, pero se inquietan al observar que sólo hasta ese instante se están probando los equipos requeridos, que, con frecuencia, presentan inconvenientes. A la hora de empezar la conferencia, el lugar está prácticamente vacío.

Quizás el hecho de no ser esclavos del reloj y del tiempo hace que los colombianos sean un pueblo feliz, a pesar de tantas adversidades. Lo cierto es que en el país muchas cosas no empiezan con el horario establecido. Igualmente sucede en  las reuniones de negocios. Esta lamentable deficiencia cultural es una muestra de irresponsabilidad, carencia de seriedad, falta de respeto y desconocimiento del valor del tiempo. Sin embargo, en nuestro medio esto es irrelevante. Este comportamiento es otra muestra más de las deficiencias del sistema educativo, especialmente en lo relacionado con la formación de valores, como la autoestima y el aprecio por los demás.

En cambio, a los turistas colombianos que visitan el Viejo Continente les sorprende el orden y la rigurosidad. Les causa admiración la puntualidad del servicio público en el sistema de transporte alemán y en general europeo. Quienes han tenido la oportunidad de utilizarlo quedan gratamente impresionados.

Existen profesionales que se caracterizan por ser incumplidos. Los más famosos en este sentido son los relacionados con la industria de la construcción. Esto genera una cascada de incumplimientos en cada uno de los pasos. Los ingenieros y arquitectos incumplen forzosamente por culpa de los carpinteros, y ellos, a su vez, por los proveedores de la madera, o por los plomeros, electricistas y demás contratistas. Y también por la no entrega oportuna de los anticipos. En el país causa sorpresa cuando una obra, tanto en el sector público como en el privado, es entregada a tiempo.

En contraste, se anticipan las inauguraciones de obras inconclusas, especialmente en las épocas preelectorales y cuando a los mandatarios se les agota su período. En los diarios es noticia corriente la denuncia de incumplimientos y retrasos en las obras públicas. En los consultorios médicos u odontológicos es extraño que le cumplan al paciente la hora de la cita, pero en las EPS si el paciente llega retrasado no lo atienden.

Desde el punto de vista puramente administrativo, la impuntualidad es símbolo de desorganización. No hay duda de que las sociedades caminan al paso del más lento. Los incumplidos son un obstáculo que influye significativa y desfavorablemente en la eficiencia y productividad del país. Especialmente en los negocios que puedan tener pretensiones internacionales.

Aunque la impuntualidad afecta negativamente todas las actividades de la vida, en materia de negocios va en contravía de los principios vitales del servicio al cliente y la calidad total. Cuando se logra la disciplina de la puntualidad colectiva, el tiempo rinde más y, por lo tanto, aumenta la productividad. Los profesionales o las empresas cumplidas adquieren muy buena imagen como más serias y responsables.
 

 

 
Module CID Centro de Investigaciones para el Desarrollo

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